El balotaje es una extorsión porque obliga a una parte importante de la población a tener que votar alternativas que no son las suyas y con las cuales no está identificado. Se trata de una tentativa de forzar a amplios sectores de la población entre opciones ajustadoras, de ofensiva contra los trabajadores. En nuestro caso, la izquierda y la vanguardia de lucha, que presentó una posición propia en las elecciones generales tanto contra Massa como contra Milei, representa una presión para respaldar a un gobierno que ha llevado al país al abismo e implementado un enorme ajuste, en nombre del rechazo a una variante fascistizante.
Pero el crecimiento político de Milei es inescindible de un balance del gobierno de Alberto, Cristina Fernández y Sergio Massa. Por un lado, se trató de un gobierno que asumió en un cuadro de entusiasmo popular, diciendo que iba a terminar con el ajuste de Macri. El saldo de estos cuatro años es el contrario: los salarios están en mínimos históricos, la pobreza llega al 40% de la población, la distribución del ingreso empeoró, el país está sometido a un acuerdo colonial con el Fondo Monetario que agravó el conjunto de las contradicciones económicas y sociales. Como venimos sosteniendo, la emergencia de esta oposición derechista es un resultado del fracaso de las fuerzas que nos han venido gobernando. Milei explotó hasta las generales la denuncia de una “casta” que anda en yates por Marbella mientras la pobreza alcanza niveles récord.
En segundo lugar, el peronismo alimentó a Milei de mil maneras, como una forma de dividir la oposición, y alimentar sus posibilidades electorales. No solamente esto se vio en el armado de listas en la provincia de Buenos Aires o en la fiscalización durante las Paso, sino además, en la presencia en canales con dueños ligados a Sergio Massa, en el respaldo de consultores en común y un largo etc. Quienes elogian a Massa como un cuadro político no tienen en cuenta que el país llegó a esta extorsión motivado, en parte, por el impulso del peronismo a Milei.
Incluso con la remontada posterior a las Paso, apalancado en un apoyo de sectores de la burguesía, en la movilización política de los gobernadores del PJ e incluso de sectores del radicalismo, el gobierno obtuvo 9.121.000 votos. Son 3.800.000 votos menos que los que obtuvo en 2019 Alberto Fernández contra Macri. La pérdida de estos casi 4 millones de votos es responsabilidad exclusiva del peronismo.
Es claro que la candidatura de Milei representa una tentativa de alterar el régimen político actual en función de establecer una salida de fuerza contra los trabajadores para eliminar conquistas históricas y de avanzar en la colonización de Argentina por los fondos de inversión internacionales. Este contenido tiene la inclusión del Villarruel en la fórmula, el negacionismo y el rescate de ese negacionismo hecho por Milei en el debate presidencial. Pero perdió y hay un giro al centroderecha también en este punto al prometer a Bullrich el Ministerio de Seguridad, sin duda en un tren represivo, pero que no configura una propuesta de gobierno cívico militar como lo fue claramente Bolsonaro, aún con los limitados resultados del brasileño, derrotado ante el giro hacia un gobierno de unidad nacional dado por la burguesía brasileña. No obstante, lo seguiremos combatiendo con toda nuestra fuerza. Pero también resulta claro que Milei no ha reunido los recursos políticos para llevar adelante esta tentativa. Su derrota en las generales dejó a Milei al borde de una renuncia a su candidatura, por la falta de apoyos en un cuadro de estancamiento electoral. Macri y Bullrich vinieron a rescatarlo de esta crisis, pero el pacto resultante está resquebrajando La libertad avanza. Milei no ha conseguido aún reunir sectores clave de la burguesía en torno a un apoyo a su programa. Macri, antes de la instancia del balotaje, era considerado un “piantavotos” y estaba borrado de la campaña electoral; Bullrich, a su turno, es la gran derrotada de las recientes elecciones. Milei tiene en contra la iglesia, buena parte de los medios de comunicación, a gran parte de la burguesía nacional y a Biden. El plan de “unidad nacional” que propone Massa fue en primer lugar una propuesta del embajador norteamericano, Marc Stanley. El presidente de la Corte Suprema ha salido a respaldar la propuesta de gobierno de unidad nacional.
Más que resolver estas contradicciones, el pacto con Macri las está poniendo aún más en evidencia. Melconian agrupó a la fundación Mediterránea tras el apoyo a Bullrich, pero ahora no acompaña el pasaje al campo de Milei. Más aún, de acuerdo a Lanata, Massa ofreció un cargo en su gobierno a Carlos Melconian, lo cual podría ser un indicador del pasaje de la Fundación Mediterránea a Massa. Estos sectores capitalistas no comparten su propuesta de dolarización como tampoco lo hace la UIA, la asociación de bancos, etc. La pelea en torno a una definición final del programa de Milei genera crisis en ambos flancos de la nueva coalición y tiene final abierto. Entre quienes lo apoyan, empezando por el tándem Macri y Bullrich, reclaman que abandone la dolarización. Pero, en cualquier caso, Milei sigue ratificando que eliminará el Banco Central, lo que significa dejar a la banca nacional sin prestamista de última instancia. El sistema bancario está fuertemente expuesto al endeudamiento público, y una corrida predolarización podría llevárselo puesto, como advirtieron en su solicitada previa a las elecciones generales. La Unión Industrial, a su turno, defiende los generosos subsidios que recibe del Estado, los contratos de la obra pública y que podrían ser recortados por la motosierra, en caso de triunfo de Milei, como la continuidad de barreras arancelarias y proteccionistas en oposición a una apertura de la importación, particularmente la más competitiva. Por estas razones, se inclina en forma abrumadora a favor de Masa. Sí saludaron el acuerdo Macri–Milei los tenedores de bonos en dólares, que se ilusionan en que un gobierno totalmente colonizado por el capital financiero pueda apuntalar el valor de sus bonos y la incursión de fondos de inversión internacionales que podrían quedarse con empresas locales. Y probablemente cuente con la anuencia de sectores del capital agrario bajo la propuesta de que una reducción de impuestos a la exportación y un levantamiento del cepo mejorarían las condiciones los exportadores. Aunque también hay que tener en cuenta que la misma Sociedad Rural se pronunció contra la eliminación de la obra pública que propone Milei.
El intento de Macri de armar un bloque con Milei deberá resolver estas inconsistencias de fondo lo que implicará nuevas crisis.
La alianza Macri Milei implicó la ruptura del PRO y también de Juntos por el Cambio. La mayoría de los gobernadores radicales queda del lado de Massa. Morales se ha pasado al campo del apoyo a Massa con gran entusiasmo, sosteniendo que “todo lo que tengamos que hacer para que no gane Milei lo vamos a hacer”. Tras el pacto con Morales y los gobernadores del norte está el peso de la minería, que tiene en Massa un aliado estratégico. El bloque votoblanquista de Juntos por el Cambio incluye a la mayor parte de los gobernadores de provincias de peso, a los restos del PRO que agrupan Larreta y Vidal, a Carrió y a Pichetto etc. Se trata de un bloque político que refleja intereses capitalistas de mucho peso. El propio Jorge Macri hasta ahora se ha declarado en el campo de la neutralidad, como parte, probablemente, del pacto para que Santoro se bajara del balotaje porteño.
Detrás de la relativa orfandad de Milei hay motivos de fondo que no solamente tienen que ver con su plan económico. Para la burguesía es todavía un “salto al vacío”. Las dictaduras o los regímenes fascistas son el resultado de ofensivas contrarrevolucionarias de la burguesía. Están en relación con las movilizaciones populares de alcance revolucionario que les precedieron. El surgimiento de la Triple A y el golpe del ’76 fueron una reacción al Cordobazo y a las huelgas de junio y julio del ’75; el fascismo y el nazismo alemán fueron un contragolpe frente a la revolución rusa y a la marea revolucionaria que se abrió paso en el continente europeo. El golpe del ’30 se inscribió en esta tendencia y fue precedido por las grandes movilizaciones obreras bajo el radicalismo, no obstante no pudo evitar la formidable huelga general del ‘36. En cambio, en la actualidad, no está presente aún un alza obrera que ponga en jaque a las fuerzas del régimen, que han venido conteniendo a la clase obrera bajo el esquema de cooptación de la burocracia sindical y piquetera, responsables de haber atravesado sin un paro nacional un gobierno que llevó la pobreza al 40%. Por esto, es incorrecto definir que en la elección se juega una pelea entre democracia y fascismo. Ese planteo forma parte de la segunda extorsión: la del peronismo que aprieta para el voto a Massa, asesorado por Lula y su equipo.
La cuestión represiva en la Argentina no se presenta bajo la disyuntiva entre democracia o fascismo sino bajo la del agravamiento de la persecución, bajo mecanismos legales y judiciales, contra los dirigentes de las principales luchas populares. Esta tendencia se está agudizando, como lo vemos en el avance de las instancias judiciales contra César Arakaki, en la persecución judicial del sionismo, en las elevaciones a juicio de las causas contra los activistas en Chubut, el intento de elevarlas en Jujuy y Mendoza, la elevación a juicio de la causa de seis piqueteros por una movilización en Córdoba, el cambio de carátula contra los docentes y estatales en Santa Cruz y un cuadro general generalizado de procesos judiciales. Es, por el momento, la estrategia central de las fuerzas de la burguesía para dotarse de una línea represiva contra los movimientos de lucha, cuando no alcanza o no resulta la vía de la cooptación de los sindicatos y las organizaciones oficialistas. En la interna del PRO en CABA, Lousteau levantó esta política de criminalización, reivindicando a Morales. La llevan adelante los gobernadores del massismo con especial saña, como lo muestra Arcioni en Chubut (sostén del facho exministro de Seguridad Massoni) o Sáenz en Salta, con la persecución contra los activistas de la huelga docente. Esta línea la levanta abiertamente el radicalismo. El pacto de Morales que pretende Massa lleva a agravar esta orientación. Una línea abiertamente represiva contra las movilizaciones populares, como la propuesta por Milei y por Bullrich, en cambio, puede llevar a grandes movilizaciones y puebladas, que tienen un resultado imprevisible. Como se ve, estamos lejísimo de la situación en la Argentina de Cámpora (1973), donde el triunfo del peronismo derivó en una movilización a la cárcel de Devoto para liberar a los presos políticos. E incluso, de la situación en Chile, donde el hecho de que Boric fuera tomado como una referencia de la rebelión popular y canalizara la expectativa de obtener alguno de los reclamos que se derivaban de ésta, como la libertad de los presos políticos, fue un móvil fundamental para el apoyo a su candidatura (aunque su política, como lo revelaron los hechos, fue en la dirección contraria). La democracia represiva que estamos viviendo ha apelado a la cooptación como política de contención de las masas. Así se ha probado como una herramienta adecuada históricamente para la burguesía frente a los movimientos populares, por su mucha mayor estabilidad en relación a las dictaduras, por ejemplo, de los años ’70.
La candidatura de Massa cuenta para las elecciones del 19 de noviembre con el apoyo mayoritario de las corporaciones capitalistas nacionales e internacionales y de la embajada norteamericana, de la cual tomó su planteo de convocar a un gobierno de unidad nacional para reunir la fuerza necesaria para reforzar su política de descargar la crisis sobre las espaldas de los trabajadores bajo la tutela del FMI, que sostienen ambos candidatos. La derrota de Bullrich en las elecciones dejó fuera del mapa a la principal candidata de la clase capitalista en el país. El llamado a un “gobierno de unidad nacional” por parte del Massa apunta a conquistar también los apoyos de los sectores de la burguesía que confían en que Massa será el canal para llevar adelante las reformas estructurales que vienen requiriendo, con la espalda del apoyo de la burocracia sindical, de las organizaciones sociales, de los gobernadores y los pactos en el congreso con la oposición radical. Por el contrario, la alianza entre Macri y Milei no reuniría más de 80 diputados. Frente a esta carencia, Milei anunció que recurriría a un mecanismo plebiscitario que apunta a saltear al Congreso, o sea, un esbozo de bonapartismo de crisis. Planteo ahora relativizado en función de su giro centroderechista tras la alianza con Macri.
Aunque el mayor apoyo de la clase capitalista no es suficiente per se para asegurar un triunfo electoral, el hecho de correr “con el caballo del comisario” es importante para cualquier candidato. Para el partido, la denuncia de esta política de “unidad nacional” tiene un valor central, puesto que es a través de esta línea que se impone una línea de colaboración de clases que refuerza la política de ajuste del actual oficialismo y el aislamiento de las luchas obreras y populares. El miedo a Milei está funcionando como un factor que aglutina al activismo obrero y popular que prefiere “no hacer olas” para evitar un triunfo del libertario. Pero esta pasividad es el caldo de cultivo para que se impongan nuevas medidas reaccionarias y antiobreras, gane quien gane. Debemos combatir con todas las herramientas a nuestro alcance esta colaboración política, más todavía porque se presenta como una herramienta permanente en el caso que gane Massa: frente al peligro de “la derecha”, comerse cualquier sapo. La línea de apoyo a Massa extorsiva de la burocracia sindical es una línea de derrota del movimiento obrero, lo desarma, lo desmoviliza, incluso y especialmente para el caso de un triunfo de Milei. Nosotros somos una corriente combativa, de acción directa de las masas para luchar contra los responsables de una crisis que tendrá un desenlace convulsivo contra las masas por la inminencia de un Rodrigazo por todo lo que hemos analizado.
Bajo estas condiciones, las movilizaciones que ha habido antes del balotaje han sido fuertemente regimentadas por la burocracia sindical, que ha escenificado un apoyo a Massa. No hubo una tendencia a una movilización que rebasara estos límites como si la hubo en su momento en Brasil, con la consigna “Ele nao” contra Bolsonaro, cuando llamamos a votar a Haddad. Nuestro voto estuvo fuertemente condicionado por esta situación. En la actualidad, en cambio, el voto a Massa no es bajo ningún punto de vista un canal que exprese tendencias independientes, sino un voto bajo la extorsión de las consecuencias que pueda tener el triunfo de Milei.
Ante esta situación el Partido Obrero no apoya políticamente ni vota a ninguno de los candidatos presentes. Somos conscientes de que una parte del electorado de izquierda se orienta a votar a Massa, bajo la extorsión montada. Es necesario reforzar la explicación de que la orientación que está en marcha, de un gobierno de unidad nacional con el imperialismo, buscará utilizar estos votos para reforzar una política antiobrera. Combatimos a Milei y llamamos a enfrentar la unidad nacional de ajuste de Massa contra los trabajadores.
La definición del voto en el balotaje no es simplemente una decisión táctica sino que involucra siempre principios políticos. Cuando nos posicionamos por el voto a Boric, Castillo, Petro o el Mas en Bolivia lo hicimos en la comprensión de que se trataba de valerse del voto para enfrentar expresiones que venían directamente a liquidar el cuadro creado por grandes rebeliones populares. Lo hicimos sobre la base de una posición independiente y denunciando los objetivos de las direcciones nacionalistas en cada caso. Pero en estas condiciones, se jugaba para los trabajadores la posibilidad de continuar el desarrollo de grandes movilizaciones de masas y de estructuración de una alternativa política propia sobre la base de las mismas. En el caso específico del voto a Arce en Bolivia el voto al MAS se inscribía en la enorme rebelión que aplastó al golpe y que forzó a la convocatoria a elecciones. No convocar a votar contra variantes fascistizantes en estas condiciones, es abstenerse en una situación en que la lucha electoral está expresando deformadamente un choque de clases sociales. Lo mismo puede decirse cuando llamamos a votar a Evo Morales frente a Quiroga, en 2005.
En cambio, votábamos en blanco en el balotaje (que no llegó a realizarse) entre Kirchner y Menem en 2003, a pesar de que ostensiblemente “no eran lo mismo”, porque Kirchner venía a recomponer la autoridad del Estado sobre otras bases políticas, caído el gobierno de De la Rúa y agotada la experiencia de Duhalde. Una corriente obrera en un país oprimido no puede ser ajena a un choque político entre clases sociales, aún actuando con total independencia de las direcciones de la pequeña burguesía. Menos aún corresponde abstenerse en un enfrentamiento frente al imperialismo, más cuando involucra la movilización de fuerzas de la clase obrera y de la pequeña burguesía. Pero en la situación actual, el imperialismo bajo el ala de Biden está con Massa, quien además llama a incluir a Hamas en la lista de organizaciones terroristas del país, y cuenta con la burocracia sindical para garantizar la pasividad de la clase obrera en nombre de un mayor ajuste contra los trabajadores.
Este rechazo al abstencionismo en relación a los grandes choques de clases no puede confundirse con una comparación de programas con el parámetro del “mal menor”. Es que los programas de la burguesía nunca son “lo mismo”, ni tampoco “casi lo mismo”. No eran “lo mismo” entre Fernández y Macri ni entre Macri y Scioli, porque proponían variantes distintas dentro de la burguesía para encarar los problemas planteados por la crisis nacional y el agotamiento del esquema económico del kirchnerismo. No eran lo mismo entre Macron y Le Pen, y llamamos a votar en blanco, a pesar de las características fascistizantes de Le Pen, pero Macron era sin dudas la variante más adecuada a los intereses del imperialismo francés y de la Unión Europea y un agravamiento del carácter represivo de la democracia como se ha visto frente a las grandes huelgas jubilatorias o a la rebelión de la juventud inmigrante. No eran lo mismo tampoco entre Trump y Biden. El enfrentamiento entre ambos llegó al extremo de que el magnate inmobiliario promovió a un golpe de Estado con la toma del Capitolio. El candidato demócrata, sin embargo, era la opción que contaba con el favoritismo de la clase capitalista y en ese sentido, defendidos un rumbo y candidaturas independientes en oposición a al sometimiento de la izquierda al partido demócrata, un pilar del orden imperialista.
El gobierno de unidad nacional con la derecha, lejos de terminar con el mileísmo, alimentará las posiciones fascistizantes. Por eso, llamamos a los trabajadores a deliberar y organizarse para enfrentar el desenlace de la crisis que se avecina. En función de este objetivo el Partido Obrero convocará a los sectores combativos e independientes del movimiento obrero y popular y a la izquierda a impulsar instancias de deliberación, organización y movilización para fortalecer un bloque de lucha y de independencia de clase.
El mapa político del país se está reconfigurando en dos variantes fuertemente derechistas: por un lado el bloque proimperialista de Massa junto a la UCR, por otro un bloque Macri mileista que todavía deberá homogeneizar un planteo en el cuadro de la campaña previa al balotaje. Este nuevo alineamiento de fuerzas pone de manifiesto un corrimiento a la derecha que refleja el peso de la agenda de la burguesía en la situación política, y la relativa debilidad de la clase obrera. Massa es el Menem de esta etapa, surgido del peronismo con la agenda del FMI siglo XXI: austeridad fiscal, repago y reestructuración de la deuda contra las masas, más reforma laboral, reforma antiprevisional, tarifazos, colonización del litio, Vaca Muerta y demás recursos estratégicos.
Para luchar por esta posición el Partido Obrero sacará una declaración nacional y organizará charlas y actos para difundir su posición. En tanto haya una posición coincidente con los partidos del Frente de Izquierda-Unidad impulsaremos actividades de frente único. Combatimos al reaccionario Milei y enfrentamos la unidad nacional de Massa contra los trabajadores. No votamos ni a uno ni a otro.